SEMANA SANTA: TIEMPO DE ASUMIR RESPONSABILIDADES  

Posted by Carlos Zárate V.


Para algunos Semana Santa es un tiempo para descansar, para otros una buena excusa para viajar, acampar y aprovechar del sol y la playa o una buena oportunidad para visitar a la familia, para mí, es una ocasión especial para compartir las buenas nuevas de salvación para aquellas personas que deseo verlas un día alá en los cielos. Estaba meditando y a través de la imaginación me trasladé hasta aquel viernes de tarde hace más de dos mil años atrás, cuando Jesús pendía de una cruz para darnos vida y salvación. Cuando pienso en el Gólgota, la cruz de Cristo se levanta majestuosa en mi mente, esa cruz fue el púlpito donde Jesús predicó su último sermón, Nunca el ser humano logrará comprender ese gran amor manifiesto en esa cruz, Mas en aquella imagen del Gólgota, Jesús no está solo, está rodeado por los dos más ¨famosos ladrones¨ que este mundo ya tuvo, dos hombres que eran una miseria, dos hombres que mataron, que robaron, y que la sociedad de ese tiempo halló que no había esperanza en ninguno de ellos, el pecado había tomado cuenta de su vida, e insensibilizó a uno de ellos, al punto de acusar a Jesús diciendo: “Si tú eres el Cristo, sálvate y sálvanos”, Bueno, ¿Cuantas veces no acusaron a Cristo?
Acusar a algo o a alguien por nuestros problemas es tan viejo como lo es el ser humano – y a pesar de eso es una práctica bastante actual. Cuando Adán comió el fruto prohibido, él señaló inmediatamente para Eva, diciendo a su creador: “La mujer que Tú me diste me hizo hacer esto”.
Hace algunos días leí una vieja historia del tiempo en que el emperador Federico, el Grande, visitó la Prisión de Potsdam. Después de hablar con los prisioneros, Encontró que todos los hombres afirmaban ser inocentes, y que eran víctimas del sistema. El Emperador decidió preguntar a cada uno, lo que había hecho para estar reducido a aquella humillante condición.
El primer hombre contó que fue condenado porque un juez corrupto aceptó soborno de sus enemigos y lo había condenado injustamente. El segundo prisionero dijo que sus enemigos habían sobornado testigos que depusieron contra él y, a pesar de ser inocente, fue condenado. El tercero contó que había sido traicionado por su mejor amigo, lo cual, después de preso y condenado, se libró de la prisión.
La Larga fila de prisioneros estaba terminando y todos relataban su historia de la misma forma que los anteriores, hasta que uno de los prisioneros cambió de tono en la respuesta, cuando el emperador se aproximó. – ¿Y el señor, a quien culpa por su sentencia? - Preguntó el gobernante. – Su majestad, respondió, - “El culpable soy yo y merezco plenamente el castigo”. Sorprendido, el emperador gritó para el administrador de la prisión. – Venga inmediatamente y quite este hombre de aquí antes que corrompa toda esa gente inocente. Y así fue hecho. El prisionero que asumió su culpa y confesó su crimen fue suelto y perdonado, mientras los demás, que no hacían sino inventar justificaciones y disculpas para sí mismos, continuaron presos.
Nadie quiere asumir la responsabilidad por sus acciones, decisiones, situaciones o circunstancias. Siempre estamos culpando a los demás por nuestras situaciones difíciles. Somos especialistas en culpar al pasado por nuestro presente. Somos especialistas en culpar a nuestros padres por nuestros hábitos. Somos especialistas en culpar a nuestros profesores por nuestra ignorancia. Cometemos algún error y pasamos el resto de nuestra vida cuidando sólo de justificarlos, cuando la única actitud realmente provechosa sería asumir que simplemente, en un momento de desesperación, hicimos lo que preferíamos (hoy!) no haber hecho nunca. O culpamos alguien que raramente tiene algo a ver con nuestro error. O culpamos las circunstancias, cuando el más simple sería asumir: “bien que yo merezco!” Nosotros no podemos cambiar el pasado, pero podemos determinar la calidad de nuestro futuro. Asuma plenamente la responsabilidad por el pasado, presente y futuro.

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Carlos Zárate V.

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Soy Pastor de la Iglesia Adventista del Sétimo Dia, por la gracia de Dios, hijo de Carlos e Isabel, esposo de Sara y padre orgulloso de Jonathan y Karen. Amo a Dios, Amo a mi Familia y Amo a mi Iglesia. Desarrollo mis actividades pastorales en Brasil, Mi mayor deseo es ser heredero de la patria Celestial y morar por la eternidad con Jesus.

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